jueves, 20 de marzo de 2008

La cultura cuencana, ecuatoriana , latinoamericana, sucumben a los procesos de globalización




Si la globalización es entendida como el proceso de asimilación de un tipo de conducta económica política y social a escala global, bajo los parámetros culturales de capital, regidos por la tendencia a la norteamericanización, cuyo valor se fundamenta únicamente en la mercantilización de los objetos de la sociedad y la cultura, y asumiendo que esta mercantilización constituye un vaciamiento y posteriormente una ruptura de otros imaginarios simbólicos y culturales que no necesariamente están vinculados a la órbita productiva del mercado, parece que los procesos de globalización ponen en crisis las culturas locales.

La irrupción de la globalización en los espacios locales no necesariamente pretenden acabar con las prácticas "culturales tradicionales" siempre y cuando sean funcionales o no representen peligro alguno para el capital, convirtiéndolas en un show. Creo que se podría incluso hablar de que el factor de la globalización es hacer de la cultura un espectáculo consumible, cuidando de que aquello pase por una representación folklorista y no por una cuestión con un transfondo, con mayores implicaciones éticas o políticas.




No así, cuando un elemento cultural se opone al funcionamiento del sistema como por ejemplo los circuitos culturales de la protesta, la música, el graffiti, la manifestación en la calle, la toma de espacios, etc, van siendo paulatinamente omitidos por la misma cultura oficial del estado que supuestamente debería velar para conservar intactos los valores del pueblo que le da vida.

Está claro que dentro del proceso de globalización un aspecto clave es el olvido de las conexiones históricas que han permitido el momento presente. Este olvido también impide la proyección del futuro, de un futuro muy particular, de un futuro colectivo con sus especificidades locales. El fenómeno del olvido viene siendo impuesto sistemáticamente desde hace unas tres décadas con una fuerza brutal, solo vale lo que viene de afuera, lo extrangero, lo gringo. Lo de aquí, lo de nuestra tierra está mal, está retrasado, es cholo, e inculto. La cultura de la globalización tiene un centro y no es precisamente el centro de nuestros pueblos, sino el olvido de nuestros pueblo, el girar sobre el vacío y sobre el vértigo de la tecnología que no poseemos. Se trata de la cultura como otra forma de colonización.

Patrimonio Cultural: El nuevo feudo del neoliberalismo




“El 1 de diciembre de 1999, la UNESCO declaró al Centro Histórico de Cuenca como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Esta Declaratoria es de fundamental importancia para las cuencanas y cuencanos, pues debe acrecentarse la conciencia de que vivimos en un espacio físico pródigo de belleza y valores culturales, en el que se han forjado obras que nos distinguen de otros pueblos, nos dan identidad y deben conservarse para el bienestar de todos los habitantes del planeta. Desde esta perspectiva, conviene desarrollar el concepto de que el Centro Histórico de nuestra ciudad no es algo que nos pertenece tan sólo a nosotros sino que, en tanto es un bien auténtico y excepcional, dadas sus características culturales, es de propiedad de todos nuestros congéneres en el mundo en el que vivimos, al igual que cualquier otro lugar o sitio que ha sido declarado en esta condición” .
Tomado de la página oficial del Municipio de Cuenca: www.cuenca.gov.ec





¡Quitémonos la venda! La declaratoria patrimonial no está precautelando la identidad ni la historicidad de Cuenca. La política municipal abre las puertas a la promesa modernizadora, idea proveniente seguramente de las influencias televisivas de la industria cultural hollywoodense al más puro estilo de quien no tiene estilo. La enajenación se toma las instituciones culturales que entienden la intervención en los espacios públicos como el proceso de tuneación de un carro.

El concepto de intervención tiene al menos dos variantes: o se interviene restaurando o se interviene reconstruyendo. Restaurar significa preservar lo que había y proyectarlo al futuro, mientras que reconstruir implica demoler para volver a hacer. Evidentemente en este segundo escenario nada se conserva, sólo el vértigo y la vacía fascinación por lo nuevo, o lo que es lo mismo, la pulsión fundamental del neoliberalismo.



La generación de espacios funcionales al consumismo no debe ser una cosa de la cual debamos necesariamente regocijarnos, más aún cuando los efectos colaterales de la ola consumista se manifiesta en la homogeneización de los hábitos y las prácticas culturales y la consiguiente pérdida de los valores tradicionales.



Enorgullecerse de que Cuenca esté dentro de la órbita globalizadora al tiempo que se descuida aquello que la hace única es una barbaridad, pero es verdaderamente indecente que instituciones que surgieron a partir de la declaratoria patrimonial no tengan idea de cual debe ser la línea de proyección de sus intervenciones, lo que demuestra un analfabetismo cultural y una falta de compromiso social y político en la preservación de la identidad, el tesoro más grande que, desafortunadamente, también se ha puesto a la venta.

lunes, 17 de marzo de 2008

EL CONFLICTO COLOMBIANO, VISTO DESDE LA PERIFERIA




INTRODUCCIÓN.-

Actualmente en Colombia se vive un estancamiento más que un proceso.

La manipulación del aparato estatal por una burocracia ensimismada en el quehacer práctico de una ideología que excluye de su horizonte al hombre real, está contribuyendo a la parálisis más costosa y sangrienta que jamás conoció América latina en su época republicana.

A esto hay que sumarle la intervención directa de potencias extranjeras, sobretodo la de EE.UU, que además de ser irresponsable del resultado futuro de los acontecimientos para el pueblo colombiano, es inconsecuente con los principios que fundaron el Estado de los EE.UU, es decir: la dignidad, la igualdad, el respeto al hombre; y que contradictoriamente han sido y son el sustento del aparato imperialista norteamericano para intervenir en su propio beneficio, en los asuntos internos de otros Estados.

Este aparato imperial, se despliega en una serie de tácticas militares, políticas y económicas que pretenden controlar una región marcada por graves contrastes sociales, y que, está destruyendo las bases de la convivencia democrática al establecer verdaderos “estados de sitio”, que benefician a la potencia norteamericana. Esta situación, que casi llega al límite en nuestros días, ha sido relativamente la tónica de la política norteamericana para el vecindario centro y sudamericano, desde que se constituye como nación.

Es sorprendente, sin embargo, que existiendo tantas pruebas concluyentes de la intención de los EE.UU en América Latina, las sociedades latinoamericanas por medio de sus aparatos estatales y sus gobiernos, o de una crítica alternativa de la población, no hayan podido revertir esta situación en más de 180 años, y por el contrario, se haya agudizado. Desde esta perspectiva podemos ver que la responsabilidad de tal situación, recae en gran medida en nuestras propias naciones y sus sistemas administrativos, y bien puede decirse -si se juzga a la sociedad como un todo- que la sociedad latinoamericana tiene su merecido.

Pero la sociedad no es un cuerpo vivo, sino que es un concepto abstracto que designa las relaciones de integrantes sumamente diversos. Aun así, si la sociedad sigue apareciendo como un conjunto múltiple pero unitario, esto es producto de la historia de las relaciones de asociación que en ella se dan, las mismas que a través del tiempo marcan ciertas constantes que pueden explicar los móviles constituyentes y la proyección de la sociedad.

En consecuencia, es perfectamente válido esperar que dentro de este espacio llamado sociedad, ocurra la crítica, si la forma de organización y administración no responde al interés mínimo del colectivo y sus expectativas espacio temporales, que ciertamente se pueden resumir en la “coexistencia armónica de todos”.

Es interesante anotar, que la forma como se administra una sociedad a través del tiempo, va creando la ilusión de que solo existe una forma única de administración, y que por ende, son modelos perfeccionados por la historia. Esta ilusión toma fuerza, en la medida en que sostiene el beneficio de los administradores de turno que se empeñan en perpetuar “esa mediocre forma natural de organización humana”.

Esto deviene en la transformación de la ilusión en dogma, y a su vez este último es absoluto y totalitario. No obstante el dogma tambalea al enfrentarse con la realidad, es decir, con una considerable porción de integrantes de la sociedad que dudan de su eficacia y la critican.




UN BREVE VUELO.-

El Conflicto Colombiano, desde que entra en vigencia el Plan Colombia, ya no se ubica solamente en el territorio colombiano, sino que se extiende a la región interandina; por el norte a Venezuela, y por el sur a Ecuador, o en otros términos a la original “Gran Colombia”. Estos tres países con una idéntica raíz, con una historia paralela, con fuertes lazos comerciales y con el proyecto regional del CAN, se saludan, pero viven de espaldas.

Posiblemente las razones de ello, haya que buscarlas en las similares situaciones políticas- económicas y sociales, que son el trasfondo de una continua inestabilidad, que hace que el interés de Estado esté orientado de una forma irresponsable, interesándose más en resolver el paso de la vida gubernamental, que los problemas de fondo que afronta la sociedad.

Si bien el aparato productivo ha sido un puntal de cambio político en estos países desde la década de 1950, hay que reconocer que la miopía generalizada ha hecho aparecer a las victorias privadas (obtenidas a un gran costo social) como alcance de un proyecto nacional.

De otro lado, la fuerza crítica de la sociedad, se ha restringido paulatinamente a la voluntad de los gremios para conquistar mejoras en el trato laboral de los síndicos que hacen lo propio; utilizar la figura de la lucha nacionalista por el interés común, para garantizar y legitimar una lucha absolutamente restringida y carente de un verdadero proyecto político nacional.

Los gobiernos de turno han adquirido más presteza y eficiencia - esto es innegable -, en la administración de los bienes que sirven para el pago de la deuda a los acreedores internacionales. Los gobiernos se han convertido en una burocracia de pasada que se enriquecen haciendo de testaferros del capital internacional. Así mismo han adquirido mayor eficacia en la puesta en escena de las recetas económicas extranjeras con el fin de subsanar los surrealistas déficits comerciales, lo que muestra una clara incapacidad de administración pública de los “Padres de la Patria”.

En otro ámbito, la fuerza pública de los países andinos adoctrinados por programas especiales de los EE.UU, es la que en última instancia permite cualquier movimiento del cuerpo social, y lejos de estar al servicio del interés nacional es la principal defensora del capital internacional, y con pocas intervenciones destacables (casi ninguna) puede que sea la principal responsable del estancamiento, que como un hoyo negro absorbe gradualmente a los países andinos en particular y latinoamericanos en general.

Pasemos ahora una escueta revisión por la sociedad civil, conjunto megadiverso, es el sustento material en toda la extensión de la palabra, del Estado. La población es la condición necesaria para que exista un Estado y no a la inversa. Por lo tanto es el factor fundante de cualquier ordenamiento político y económico.

La sociedad civil paga el costo administrativo del Estado por medio de los impuestos. Paga todas las empresas del Estado, paga todos los costos de los organismos seccionales y locales, paga un seguro obsoleto, paga una policía corrupta y a un impresionante contingente militar cuya razón de existir se encuentra en la tradición del orden internacional de dominio y no en una necesidad fundada desde la verdadera sociedad democrática.

Es decir, la sociedad civil de hecho sostiene al aparato estatal, o en otras palabras, es el resorte que pone en funcionamiento un sistema que pauperiza con mayor fuerza a una porción cada vez más grande de la población. Es tanto como decir que el sentenciado mantiene a su propio verdugo.



DE LA MISERIA.-

Se dice que en América cerca del 68% de la población es pobre.

Pero, ¿Por qué alarmarse de la pobreza si ha existido incluso desde la época colonial?. Es claro que en la Región Interandina como en toda Latinoamérica, el aparato estatal ha estado en manos de los nobles, los patricios, los blancos, gente que con distinto apelativo circunstancial responde a la clase social dominante y permanente en la historia, “la clase social de los ricos” que su único mérito ha sido magnificar la “fetichización” de la mercancía más cara y de menor valor de uso: el dinero. Con tales sofismas que ocultan y maquillan la realidad se han entretejido complicadísimos sistemas filosóficos que repercuten en la producción cultural, de el ahora mundo globalizado y que mantienen tanto a ricos como a pobres, adorando al ídolo de ídolos.

No obstante, el pensamiento crítico europeo ya cuestionó en el siglo XIX la direccionalidad de sus sociedades y el sustrato de su pensamiento tradicional, mediante la tesis de la “enajenación del hombre de la época industrial”, que se planteó como causa de la inconsistencia entre el ideal social y la realidad, pero desafortunadamente nunca se dio una comprensión efectiva de la magnitud de sus raíces y sus proyecciones. Cabe recalcar que si bien han existido intentos para idear un camino alterno de pensamiento, la mayoría de las veces fueron marginados, otras veces fueron incomprendidos, otras veces nacieron muertos de la prensa.



DOS ASPECTOS DE LA CONTRADICCIÓN SOCIAL DEL CAPITAL.-


Para acercarnos a este tema hace falta un profundo sinceramiento. No se puede establecer alguna causa última que justifique y explique absolutamente las acciones humanas. Así mismo en la sociedad no se puede hallar, en el puro sistema económico, las falencias de su estructura. De donde sí se puede partir, es percibiendo las llamadas falencias, como problemas solucionables considerando que en la diversidad del actuar humano, existen ciertos elementos que en conjunto, organizan directa o indirectamente el estado de las cosas.


I.- LA SOCIEDAD CAPITALISTA NO ASEGURA LA CAPACIDAD ADQUISITIVA:


En la sociedad capitalista no se conoce otra forma de capacidad adquisitiva que el tener dinero. Se supone, que para que la sociedad capitalista funcione armónicamente, todos sus integrantes debieran tener una capacidad adquisitiva que les permita satisfacer sus necesidades. La simplificación que se opera en la relación social de intercambio de bienes a través del dinero, es formidable; al punto que transforma virtualmente a todos los integrantes de una sociedad -a causa de la necesidad de que todos tengan capacidad de compra-, en mercantes. Por lo tanto, el mercar, es decir el comprar y el vender, es una condición fundamental del hombre para integrar la sociedad capitalista.

Sin entrar en detalles, por demás conocidos, acerca de cómo el sistema capitalista tiende a monopolizar la producción de bienes y a explotar al hombre que no posee medios de producción, diremos que la situación de sometimiento a las condiciones de producción por parte de los hombres que deben vender su fuerza de trabajo para adquirir bienes que satisfagan sus necesidades, es limitada precisamente por la estructura del mercado. Hay un momento en que la industria capitalista no puede emplear más fuerza de trabajo porque se encuentra saturada, -y eso no es bueno para los precios- por lo que porciones cada vez más grandes de integrantes de la sociedad son desplazados hacia la periferia; esto implica automáticamente la imposibilidad de mercar, la supresión de una necesidad básica en el sistema de consumo. En este momento estos integrantes dejan de pertenecer al sistema y pierden sus derechos dentro del mismo.

Para el sistema capitalista, esto debiera resultar particularmente peligroso, porque al dejar de incidir en porciones más grandes de la sociedad, pierde literalmente su validez y potencialmente puede dar paso a nuevos sistemas, que renieguen del capital y de su armazón teórica y cultural.



II.- LA APARENTE IMPOSIBILIDAD DE GENERAR SISTEMAS ALTERNOS DE ORGANIZACIÓN E INTERCAMBIO, FUERA DE LOS PRINCIPIOS QUE RIGEN EL SISTEMA CAPITALISTA:

Cabe una pregunta: ¿Por qué a pesar de que son muchos los desplazados del sistema capitalista, permanecen en la miseria? La respuesta es sencillamente compleja: “los marginados del sistema permanecen aferrados a la ideología que los margina”.

Parece obvio que los marginados y desplazados, con sus marginales organizaciones, traten de mejorar su condición, en base a la autogestión, a la petición de ayuda al aparato administrador de la sociedad, o peticiones de ayuda a cualquier otro canalizador de recursos que logren reinsertarlos en el aparato productivo de la sociedad. Estas demandas de ayuda se fundamentan en ciertos valores que los hombres por convención han establecido como los derechos humanos fundamentales. Sin embargo, esta lógica produce un espejismo; hace aparecer los Derechos Humanos, como la fuente de la que emanan todas las posibilidades del hombre en la sociedad capitalista, cuando lo que verdaderamente ocurre, es que de no ser por el capitalismo, no existirían Derechos Humanos.

Hemos establecido aquí que la capacidad adquisitiva es el punto neurálgico de la sociedad capitalista. La capacidad adquisitiva no es una entre tantas capacidades que son resultado de los Derechos Humanos, sino que la capacidad adquisitiva, es la capacidad que modela un tipo de sociedad y de cultura. De acuerdo a la organización de la capacidad para adquirir se desprenden los modelos sociales y el tipo de estructura moral del hombre. Si la capacidad adquisitiva en la sociedad capitalista, se organiza en función de las relaciones de intercambio a través del dinero y los mercantes, cabe esperar que el modelo social por así decirlo, idolatre al dinero, y de esto se desprende que la legalidad, la justicia, los principios, las religiones, la filosofía, la ciencia e incluso el arte, entren en relación directa con este ídolo, y que refuncionalicen su sentido primigenio, al servicio de este tipo de modelo social.

Así, si las organizaciones de marginales desean eliminar la marginalidad y no tan solo salir de ella, no pueden menos que dejar de apelar a los principios auspiciados por el sistema que tratan de reformar. Solo así se puede entender la verdadera transformación de la sociedad que produce miserables marginales, a sociedades que producen hombres libres y consientes.






EL SÍNTOMA COLOMBIANO

Dijimos que la población indirectamente legitima un tipo de dominación sobre sí misma. Esta actitud social inconsciente produce un encasillamiento que rebasa el absurdo y fundamenta un prejuicio generalizado. La mayoría de personas en Latinoamérica, tiene como supuesto la “Escasez”. Se trata de una escasez que repercute en la inaccesibilidad a la participación efectiva en la administración pública que proyecte una sociedad diferente, floreciente en los aspectos políticos sociales culturales y económicos. Escasez que impide la reformulación práctica de una estructura que se caracteriza por la ausencia de justicia social y que en la mayoría de los casos hace aparecer como una quimera las propuestas de cambio. Sin embargo a pesar que el oficialismo promueve el statu quo -con la utilización de los recursos de mass-media, el sistema educativo y el aparato represivo-, en las actuales condiciones de vida que se encuentran los pueblos latinoamericanos, la conclusión obvia es el enfrentamiento de la realidad con el discurso, en el cual, la primera hace añicos al segundo y produce un quiebre. Este quiebre es parte de un proceso histórico que se ha desplazado hacia América Latina (región del Putumayo) aunque siempre ha estado y estará latente en la marginalidad de todo sistema totalitario.

Lo interesante en esta era del capital es que la crítica marginal utiliza la razón y los mecanismos de organización social para construir una estructura de pensamiento diferente, que administre la vida de determinada colectividad conforme a la consideración y respeto de la libertad de todos y cada uno de sus miembros y sus relaciones con el ambiente, y esto no tiene otro nombre que, acción política directa.



EL ESPUTO DE LA DIGNIDAD.-

El conflicto armado colombiano, tiene su origen en una actitud hostil permanente del sistema político administrativo constitucional de Colombia, hacia los sectores auto-organizados de esa sociedad que viven en condiciones de empobrecimiento creciente. Los sectores organizados, con una gran fuerza logística, han optado por resistir los embates del Estado por más de 40 años, y por más de 40 años las relaciones sociales de ese pueblo han estado atravesadas por la agresión.

Por otro lado esta situación ha devenido en un reforzamiento del brazo armado del sector social resistente, y actualmente las posibilidades de una negociación por parte del Estado colombiano, con la Fuerza Insurgente, es nula si no se da en términos convenientes para la segunda.

El Conflicto Armado Colombiano es un devenimiento sangriento de la situación contradictoria -pero no por eso menos violenta- que viven las sociedades latinoamericanas hace más de 500 años. Ahora bien, si el conflicto armado colombiano, es legitimado por la “Defensa de la Democracia”, seria perfectamente válido para cualquiera de los bandos, la utilización de la fuerza, si tienen como principio el respeto a la democracia. Esta paradoja nos muestra por un lado la carencia teórica de la democracia estatal ambivalente, y por el otro el abuso de un discurso político lejano a la realidad. Pero el Estado, como organismo oficial y como sistema ordenador del proyecto moderno, no se cuestiona la violencia que ejerce sobre su propio pueblo, la situación de pobreza en que viven los campesinos colombianos, ni la desigual distribución de la riqueza, ni el monopolio, ni en resumen, la lógica del capital, porque como ya se mencionó, es producto de aquella. El Estado incumple - a priori- con sus obligaciones con el pueblo y contradice a la democracia. Así el Estado para ser coherente con su lógica interna puede cambiar de argumentos, pero no cambiará de acciones. El Estado, para reconocerlo en términos que están en boga, es el primer terrorista, porque afirma defender la democracia y para ello se llena de criminales y asesinos.



LA DESTRUCCION DEL HÁBITAD

“PACHAMAMAKA, ÑUKANCHIK KAYTA MANACHU KUYARINCHIK. SHINAPASH, ¿IMA PACHAKAMAN CHAYTA RURAKRINCHIK? MAMAKU, ÑA MANA WAKANKICHU, ÑA TUKUY WAÑUCHISHPAMI RINA KASHKANCHIK, SHINAMI KANKA SAKIRINKI”

(Grande y hermosa diosa tierra, nosotros ya no te queremos. Pero ¿hasta cuando haremos esto?. Mamita, ya no llores más, ya matándolo todo nos iremos, así tu te quedarás).

Es necesario hacer un acápite sobre el ambiente. ¿Por qué cuando hablamos de los costos ambientales del Plan Colombia, se los ubica como circunstancias secundarias? A la vista de los campesinos colombianos, la muerte no llega sola. Si los enfrentamientos armados causan penosas muertes en el pueblo colombiano, la fumigación de las zonas donde se siembra coca, destruye a ciertas variedades de esta planta, pero también afecta a lo que a su alrededor crece. ¿Qué es lo que se trata de hacer?. Acaso se pretende acabar con los sembríos de alimentos, para que los campesinos sembradores de coca, deban comprar los excedentes agrícolas de los EE.UU.

Si es un hecho que la coca se inmuniza proporcionalmente al número de fumigaciones y que existen más de 180 millones de consumidores en el mundo de los cuales la mitad están en EE.UU, el negocio de tráfico de drogas no va a perecer, porque habrá oferta y habrá demanda. Lo que sí perece es la tierra que se fumiga, pues la desertificación es resultado directo del empobrecimiento de la tierra; si no hay plantas que produzcan humedad, no habrá mas lluvias y al poco tiempo tendremos en la frontera norte, el desierto del Putumayo. El combate al narco tráfico es un pretexto del imperio estatal de Estados Unidos para la intervención y desarticulación de lógicas que afecten -con la implantación de otra cultura, otra ideología y otra sociedad- sus intereses ideológicos y fundamentalmente económicos.

Si el Estado norteamericano, es tan eficiente y cuenta con una enorme cantidad de recursos, ¿por qué no los invierte internamente, para rehabilitar a los 60 millones de consumidores de cocaína, y terminar de una vez con el gran problema de la droga que es pilar de su política exterior intervencionista? Es claro que el negocio de Estados Unidos, está en la guerra.







DESENLACE.-

La salida al Conflicto Armado Colombiano, solo puede ser posible mediante la construcción conjunta del ambiente armónico. Pero para ello se requiere repensar las acciones político-administrativas que mantienen la situación de contradicción en la sociedad.


A mediano plazo se debe:

Se debe dar cabida a nuevas formas de producción e intercambio de bienes que satisfagan las necesidades de la población. Se deben fomentar los esfuerzos reflexivos en torno a este problema mediante la correcta educación, es decir, que se implementen programas de capacitación práctica en aspectos relacionados con la acción individual independiente de las relaciones del mercado y del Estado así como el establecimiento de un conjunto de valores morales, que tengan como postulado la libertad y el respeto real del hombre y del ambiente.

En este sentido la teoría crítica y libertaria debe establecer que la organización económico-social, fundamentalmente controle el sistema de producción e intercambio de bienes para asegurar la libertad del hombre, y no como la democracia actual hace: controla la libertad del hombre para asegurar al mercado.

Se debe fomentar la libertad para decidir y no solamente para elegir.


Inmediatamente se debe:

Debe cesar la agresión por parte del Estado Colombiano.

Se debe impedir la participación directa o indirecta de actores internacionales en el Conflicto Armado Colombiano.

Se debe promover la participación activa de la población en la resolución del conflicto, a través de la crítica no violenta. El Estado está construido sobre la base de la legitimidad adquirida desde el ejercicio de la voluntad general, por tanto el Estado nunca está por encima del pueblo y no puede desconocer al pueblo sin liquidarse ipso facto.

Fomentar la conciencia del poder de las masas a partir de las organizaciones barriales, locales, deportivas, sociales, culturales, artísticas, gremiales, campesinas, de género, de etnias, estudiantiles o cualquier otra organización política, implica dar un paso clave para la resistencia no violenta.

Paralizar el “tempo” de funcionamiento del sistema, por unos días si es necesario, para que se respete la vida y cese la matanza. Para ello existe la prensa que difunda masivamente esta propuesta y se incorpore nuevamente a ser el aparato de información crítica para el pueblo, que fue en sus inicios.

Por último hay que señalar enfáticamente que los demás pueblos Latinoamericanos, entre ellos el que constituye el Ecuador, pueden tratar de dar soluciones al Conflicto Armado Colombiano, solo en la medida en que den soluciones a sus contradicciones internas, pues será el ejemplo el que muestre el camino HACIA LA PAZ.



CONCLUSION POETIZADA.-


Redescubramos;
el mundo en nuestras manos
ya no es patrimonio del cielo.

Dejemos de estar convencidos,
de un superior pensamiento
que rebaja la valía
de lo único valedero,
y tirar hacia un fondo oscuro
hasta el más preciado sueño,
nuestra vida, ¡nuestra vida!.

Y no merecemos llamarnos
si no podemos nombrarnos
sin herir mortalmente al poder delirante,
¡Que viva la dignidad desarropada!
es un grito libertario.

viernes, 22 de febrero de 2008

Marginalidad y exclusión



¿Acaso podría ser bueno ser excluido o marginado? Ya lo decía Marx; “la primera lucha es economicista”, es la lucha por los recursos que aseguran la supervivencia, y en su realización completa, libra al hombre de la prisión del trabajo enajenado. En otras palabras, la primera lucha es la lucha contra la marginalidad y la exclusión, que el sistema capitalista necesariamente produce a causa de su lógica interna; la lógica del negocio. Desde luego, habría como ahondar en esta situación sin mucho esfuerzo, pues este tema gana cada vez más teóricos innatos y practicantes acérrimos que conocen de cerca la pulsión fundamental del negocio, esto es la ganancia.

Una buena ganancia; es lo que los beatos/as piden a Dios al levantarse en las mañanas alzando sus brazos al cielo; es lo que los ateos/as esperan frotándose dúctilmente las manos mientras están convencidos que al fin y al cabo el sistema vale mierda y que hay que sobrevivir de alguna manera; es lo que hacen cotidianamente los realistas; es en lo que sueñan los idealistas; es para alcanzarla por lo que se preparan los jóvenes; es para administrarla por lo que hay tantísimos burócratas y políticos (burócratas potenciales); y en fin, es para producirla por lo que existen tantos excluidos y marginados.

Todos, absolutamente “todos somos asnos cargados”, en este caso, con el peso de la elevada conciencia comercial, el sutil instinto negociante y la ilustrada doctrina mercantil. Ahora hay que saber venderse si no se quiere ser excluido; uno ya no es (si algún día alguien lo fue), un ser humano digno y respetable en sí. Uno es un producto tácito a ser ofertado, así lo dicen los manuales del buen vendedor.



Pero olvidémonos por un momento de todas esas tonterías; lo clave, la quinta esencia y sustento último de todo este enredo se llama “Libertad”. Y quien se atreve a poner en tela de juicio a la libertad, sin pasar por ser un reaccionario de última, un fascista o un estalinista retrógrado, un conservador, o como se quiera, un estúpido. Por la bendita libertad cuanta gente habrá muerto, cuanta gente habrá sufrido estoicamente la cruz de la marginalidad y ha dejado sembrado el ejemplo ingrato de luchar por la libertad solo por la dignidad de la lucha, y ahora que después de tanta sangre y tanta pena lo hemos conseguido, estamos comparativamente igual o incluso peor que antes. A pesar de lo anterior, la libertad no ha llegado a todos, el imperio se esmera por hacer llegar la libertad a todos lo rincones del globo, ya sea con programas de ayuda o con misiles (se entiende que las balas fueron superadas), con sus filmes y su moda; da lo mismo, porque la libertad debe ser el patrimonio de la humanidad.



Ahora bien, yo decía que la libertad, la bendita libertad es lo que ha permitido que ahora la paz reine entre nosotros, que la razón sea utilizada coherentemente –redituablemente- y que la vida de los hombres ya no sea desperdiciada en absurdas luchas por la apropiación de la propiedad. Pero en este punto sería bueno preguntarle al albañil quinceañero, o al senil labrador desarropado, o al indio que vende el trabajo de medio año a un dólar por costal, o a la empleada doméstica, o al vendedor de tarjetas de celular, o al niño que tira limones en la calle, o al recogedor de basura, o al jardinero, o a las putas, o a los choros, o al vendedor de bolos, si creen que la libertad es patrimonio de la humanidad, si la libertad que les permite vender su fuerza de trabajo es justa, si la libertad les hace seres menos excluidos y marginados.

Ya lo decía Marx “la primera lucha es la lucha economicista”, el hombre concreto, no se puede sustraer a ella, necesita comer, vestir, jugar, amar, y en una palabra existir. La postura que todos asumimos con respecto a la libertad de obtener ganancia esta determinada por las carencias que sufrimos o que vemos sufrir. Sin embargo, mientras unos pocos hacen de la ganancia una práctica casi mística (no hay mejor cosa que saber hacer plata, -para ponerlo en términos burdos-), la mayoría hacen de la ganancia el progresivo deterioro de su propia vida. Y esto último por una sencilla razón; se perenniza el libre sistema de explotación y contradicción, y además, se agudiza progresivamente la marginalidad y la exclusión.

Es por todo eso que nos atrevemos a decir que la libertad tal como la conocemos, es una prisión sin barrotes, que encarcela cualquier intento de apropiación organizada de los medios colectivos de subsistencia (justo lo que se necesita).



La verdadera revolución no es más que la orientación en la producción y apropiación de los bienes de una sociedad, o un segmento de ella, hacia el ideal de la “ayuda mutua”; el cambio de paradigma de la lógica de la ganancia hacia la lógica de la reciprocidad; el cambio de la religiosidad moral hacia la soberanía individual; el cambio de concepción de la revolución absoluta a lo que Bakunin llamaba la “reacción que se oculta tras las apariencias de la revolución”.

¿POR QUÉ LA SOLIDARIDAD?



La concepción de la solidaridad nunca ha sido un verdadero principio de acción colectiva. A pesar de haber sido un atributo primordial de la ética cristiana y posteriormente de la razón humanista, su sentido e importancia siempre ha estado supeditado al conjunto de valores que cada espectro valorativo le ha asignado. El cristianismo atribuye un premio divino al solidario y un castigo al que no lo es, así mismo, la razón humanista atribuye a las prácticas solidarias un elemento de lucidez y madurez políticas en contraposición con su omisión, la cual genera sistemas inhumanos y absurdos, propicios para la generación de la corrupción. Sin embargo, la solidaridad nunca ha sido un principio esbozado con absoluta claridad y transparencia, quizá porque su puntualización atentaría directamente contra cualquier ordenamiento impositivo.

El cristianismo fue el elemento teórico para el nacimiento de la Iglesia, institución con una larga tradición de prepotencia y de jerarquización social. El humanismo a su vez ha sido el elemento teórico legitimador del Estado-democrático, institución que ha servido para que se perennicen las desigualdades sociales. Cristianismo y Humanismo, no obstante, tienen como elemento primordial la práctica de la solidaridad. Esto nos hace pensar que la solidaridad es una retórica pura que nunca ha llegado a plasmarse efectivamente en el campo valorativo del individuo y de la comunidad. Ciertamente han existido intentos de apropiación de la solidaridad: El cristianismo encontró en el mito el sustento explicativo de la solidaridad, el humanismo lo encuentra en la razón, pero en ambos intentos se puede ver la “escisión” entre la realidad y la teoría.

¿Existe una posición tercera, que permita comprender la profundidad del hecho de la solidaridad sin remitirnos a los imperativos axiológicos? Si nos remitimos directamente a la realidad podremos ver que el “hecho de la solidaridad” es un hecho básico para el desenvolvimiento armónico del individuo y para el auténtico desarrollo de la sociedad. La solidaridad es ciertamente una virtud en una sociedad aberrada por los desequilibrios económicos, y es además, un estado de lucidez frente a la “razón instrumental” que persigue únicamente la eficiencia en el cumplimiento del código productivo, pero en realidad se trata del único nexo posible entre el individuo, su entorno social y su habitad natural.



La solidaridad debe ser buscada en el campo de lo “sensible”, el mejor espacio para fundamentar con coherencia una actitud efectivamente humana. La solidaridad entendida como “la consideración directa del otro para establecer las condiciones de una auténtica satisfacción individual y por tanto, colectiva”, inaugura una nueva comprensión de la política (del poder) y una nueva posición ética; que ya no surge de una retórica vaciada de contenidos, sino de la práctica concreta de la “co-existencia”; que ya no surge de “compartir el excedente”, sino de buscar de una manera individual y colectiva la mejor forma de organización social. Se trata, en definitiva, de una “política viva” y una “ética de la libertad”, pues la solidaridad sólo puede ser leída como un acto de liberación del yugo de la cosificación y la enajenación.

jueves, 21 de febrero de 2008

Alienación estética


Dragon: Vincent Castellar

Está claro que la tecnología aplicada a los mecanismos de comunicación han modificado radicalmente las relaciones, hábitos, procesos culturales, modos de interactuar, esencialmente, nuestro modo de ver el mundo. Las tecnologías han sido el pilar fundamental en el desarrollo de la infraestructura productiva del capitalismo, pero también, tal como se proyectan en la difusión de la información y la comunicación en general, remodelan el espectro cultural y en definitiva su aparato suprestructural, es decir, su ideología.

La implicación de los medios ligados al capital y su difusión masiva tienden a crear lo que Raúl Clerc llama una monodireccionalidad de la información que impone el norte al sur, una virtual colonización vía satélite. Al mismo tiempo, la sobreoferta de información, supone un empobrecimiento de la comunicación y de la posibilidad real de estar en contacto con lo que ocurre a nuestro alrededor.


Chastity

Según Marx la alineación es el sentimiento de futilidad y de soledad que la persona llega a experimentar cuando se reconoce ya completamente extraña a una sociedad que ha perdido el sentido de la condición humana y de la propia misión histórica. El enajenamiento o alineación es un estado de ánimo agónico; aunque a veces sea sentido como una realidad positiva bajo la forma de entusiasmo y exaltación. Ya Baudelaire señaló que en una sociedad de este tipo domina, tanto en el campo de la moral como en la cultura, la tiranía y la opinión pública, por lo que al parecer uno de los mecanismos para tratar de cambiar la situación de enajenación, es cambiar la forma como el público enfrenta el entendimiento de su realidad .

Nada mejor que el arte como mecanismo que apela directamente a la sensibilidad para tratar de cambiar las estructuras del status quo. “El arte auténtico de una sociedad burguesa parece que no tiene otra opción sino la de ser rabiosamente antiburguesa” ., una forma de disidencia que reclama claramente la conformación de una estructura mejor dotada para el desarrollo del hombre.

¿Es posible llegar a una situación superior, donde se sobrepase las contradicciones de la sociedad capitalista? No se puede llegar a pensar el cambio de manera lineal. El progreso hacia un mundo sin contradicciones (por lo menos económicas) tiene como condición la ruptura de la idea de progreso. Ahora bien, el conjunto de prioridades y expectativas de una sociedad constituyen, a grandes rasgos, parte importante de la cultura. Está claro que un cambio en las prioridades como de las expectativas implica un cambio cultural profundo.


Arem Pool: Jean Leon Gerome

Según Nietzsche, la esclavitud pertenece a la esencia de la cultura occidental. Si se piensa por un momento en la cuna de la civilización occidental, considerando además sus condiciones de mantenimiento económico, se podrá ver que la esclavitud fue el puntal que sostuvo el “florecimiento” griego. La ecuación que sugiere el aumento de la cultura, según Nietzsche seria la siguiente: “la miseria del hombre que vive en condiciones difíciles debe ser aumentada, para que un pequeño número de hombres olímpicos pueda acometer la creación de un mundo artístico… debemos comparar la cultura con el guerrero victorioso y ávido de sangre que unce a su carro triunfal, como esclavos, a los vencidos, a quienes un poder bienhechor ha cegado hasta el punto de que, casi despedazados por las ruedas del carro, exclaman aún: ¡dignidad del trabajo! ¡Dignidad del hombre!” .

Crear contracultura, sin advertir las ocultas relaciones de la cultura, es dejar intacta la esencia de aquello que se critica. Hay que decirlo enfáticamente, “crear contracultura es subvertir los valores profundos de la cultura occidental”, ¿bajo que costos?, se preguntará.



Evidentemente no lo sabemos, pero confiamos en los beneficios reales, es decir vitales para un hombre que existe fuera de cánones enajenantes, de modelos y generalizaciones arbitrarias, un hombre que realizará su destino como creador y no como creyente, tal como lo aseguró Sartre al vislumbrar mediante su doctrina , el futuro del hombre vivo.

lunes, 18 de febrero de 2008

Cultura y Otredad



El concepto de cultura es uno de los conceptos clave en el pensamiento moderno. Es uno de esos conceptos de los que todo el mundo habla y nadie sabe cual es su fondo teórico, tal como pasaba (y sigue pasando) con los conceptos de libertad, justicia, vida, etc. Seguramente porque quien se acerca a estos referentes generales y al mismo tiempo esenciales, termina por llenarlo de aquello que le es más próximo y paradójicamente más desconocido: su deseo. De hecho, haciendo una comparación arbitraria parecería que el concepto de cultura es el marco sobre el cual se matiza el deseo de un proyecto social que no necesariamente tiene un horizonte bien trazado pero que tiene la necesidad de mantenerse intacto. Esta conciencia, sin embargo, parece que adolece de una obsesión por la identidad, es decir, de la posesión absoluta de su proceso, de su lucidez, de su conciencia que “evita las perturbaciones girando sobre sí misma”. Esto, parece ser la fuente misma de una deformidad, en razón de la identificación de los imaginarios que rigen cierta organización socio-política con lo absoluto.

La civilización moderna es planteada como la panacea del desarrollo humano, nada hay más allá de ella y si algo ha quedado fuera, rápidamente es anexado como un proceso truncado (culturas autóctonas) que sin embargo deben ser protegidas para que preserven su “identidad” tal y como lo hace la civilización moderna. Pero tal preservación se convierte en un folkclorismo, un adorno adicional de la magnánima y absoluta civilización occidental europea autodenominada “moderna”, que a pesar de la amplitud y certeza de su discurso demócrata no ha logrado solucionar sus profundas y escabrosas contradicciones internas, y más bien las ha extendido a través de su violencia, su manipulación ideología y sus mecanismos de enajenación y explotación económicos y políticos, a lo largo del mundo.



La cultura occidental pregunta por las raíces de los pueblos con el fin de instaurar el Estado y generar la guerra y posteriormente lavarse las manos con el discurso de la democracia y la inserción de “todos” al gran mercado del capital, lo cual no pasa de ser un “cuento” puesto que las dos terceras partes del mundo no tienen pleno acceso al mercado aun cuando sigan inspirados por sus principios y luchando por entrar en él.

La obsesión por la identidad y la cultura es un problema occidental. Grupos humanos que aún no entran o están en proceso de entrar en este juego experimentan el cambio desde otra óptica, no desde la identidad, sino desde el sentido del existir, de su relación de dependencia con el cosmos, con la vida. Occidente no tiene sentido en cuanto su relación con el cosmos ha sido clausurada por la dinámica de su propia historia, de su razón y su técnica cuya miopía pretende dominarlo todo en función de un progreso totalitario y destructivo.

Occidente no logra entender “lo distinto” y su soberbio discurso de la paz y la armonía ante la cruel realidad de desigualdad económica y política se convierte en el punto más álgido de las desilusiones. Los “otros” como se los denomina desde occidente, plantearon hace tiempo que el hombre era un “ciudadano del mundo”, distinto en cualquier parte e igual que en cualquier parte, atravesado por las dinámicas propias de cada región, pero no sometido a ellas.