miércoles, 9 de abril de 2008

Crisis de la poesía para-moderna




A propósito de BLUMUR de Carlos Hidrovo

Los poetas paulatinamente se alejan de lo colectivo. La neo-poesía en el mejor de los casos aparece como un elemento ornamental de la “alta” cultura ciudadana, que no dice nada, que no genera imaginarios capaces de una reinvención de la mirada emocional, tan maltratada por la industria cultural de la sociedad tardo moderna, que no produce actitudes críticas en la defensa de la sensibilidad propia y diversa, sino que se conforma con acceder al imperio simbólico de la homogeneidad estática.

Si bien algunos de los nuevos poetas no se sienten ligados al poder, no se sienten sus representantes, usufructúan de todas las dádivas y ventajas que el status quo les ofrece. Su ideología desideologizada pretende la neutralidad creativa, el despojo de los particularismos en la reconversión de un lenguaje que no significa. Su literatura reafirma los valores de un espectro colectivo guiado tan sólo por la forma, (la calidad del libro como objeto) dejando a un lado y de manera secundaria la proposición del mensaje, que no dice nada, y ese es quizá el mensaje de la neo-poesía.

Este nuevo poeta es portador de la voz lírica (si existiere) de la mundialización vaciada y fragmentada por el vértigo del sinsentido, como último refugio consiente de una voluntad asfixiada. La importancia social de su producción poética está marcada por la correspondencia que tiene con los postulados de la clase dominante, que celebra el hecho de que el arte ya no contradiga las direcciones del poder y se mantenga en su función decorativa. Para hacer poesía, incluso, ya no es necesario escribir bien, ni siquiera escribir. Ante un público predispuesto a no-leer y no-descifrar el mensaje, el simulacro de la poesía como “cosa” estética, es suficiente. No importa el contenido del libro, lo que importa es su condición de catalizador del prestigio cultural de grupúsculos absolutamente desligados de la necesidad colectiva, que se hacen llamar “vanguardia”. Pero su propuesta ni siquiera es una muestra de autocomplacencia, sino de la ruptura vital que impide reagrupar una serie de códigos con el fin de generar algún sentido social.

La crítica de la realidad neoliberal debe darse en muchos frentes, uno de ellos es la palabra y enfrentar en este caso el garabato. El garabato es el símbolo de un mundo absolutamente indefinido, excepto por las asignaciones de sentido que brinda el poder, que pretende legitimar y representar la realidad desde una idea previa de realidad, la realidad del capital. La lógica cultural de representación sin representatividad, se expande insistentemente desde los perímetros de la política burguesa donde la realidad reificada es el producto final de un pensamiento único, solitario e insustancial, propuesto de manera global.

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