viernes, 15 de febrero de 2008

Des-pensando la cultura



Es una tarea bastante ardua dar un criterio más o menos aceptable sobre un concepto tan amplio y por lo mismo ambiguo. Por cultura normalmente se entienden infinidad de cosas y fenómenos sociales. Precisamente en la relación de la cultura con la sociedad podemos hallar una primera noción demarcatoria que dice que lo cultural es producto de la actividad del hombre, es decir, es un artificio. Pero parece que esta noción de la cultura como artificio desde la antigüedad viene oponiéndose a otra noción que aparece en el mismo momento en que se define la cultura, es decir, la naturaleza en donde no existe la intervención del hombre. Por “lo natural” se entendía aquel sustrato primigeneo que daba lugar a las cosas. Se trata de una fuerza denominada por los griegos como Phisys o curiosamente como Chaos. Por el contrario la cultura presuponía la existencia de una fuerza llamada Logos que articulaba y explicaba la existencia de la naturaleza. Se deja claro que el hombre como tal se encuentra en una especie de umbral entre la naturaleza y la cultura, dando origen a una sociedad que interactuaba con la naturaleza en términos armónicos.

Pero la influencia inexpugnable del Logos en la cultura fue marginando la presencia de la naturaleza hasta cosificarla en función del despliegue de sus imaginarios técnicos. La naturaleza entonces se volvió un recurso que adquiere sentido sólo si es materia para los proyectos del hombre. La cultura hipostasiada hasta el límite de su autosuficiencia técnica crea, a mi forma de ver, una ruptura consigo misma, que hoy se conoce como civilización.

La civilización necesita de una serie de mecanismos para reproducir su programa y su acción tanto en aquello que queda fuera de ella y sobre todo en lo que acapara. A estos mecanismo se los denomina cultura. Pero la particularidad de la organización civilizada es la importancia que se da a la división del trabajo. Esto tiene que ver con la estructura política administrativa de la civilización, pero sobre todo con la ejecución de su modo de producción.

Pero el modo de producción capitalista necesita de la explotación y la expoliación del trabajador para que los beneficios de lo producido puedan ser disfrutados por una pequeña porción. Así también no existe relación social o simbólica que no este traspasada por las relaciones del capital

La mayor parte de la población que necesariamente debe entrar en los procesos de enajenación, se ve impedida de librarse de su situación de opresión y dependencia precisamente porque los beneficios de la cultura se convierten en una especie de sustituto de la libertad.

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