viernes, 15 de febrero de 2008

El humor como transgresión



“La vida no es trágica, es cómica”
Lacan


Algunas veces pasa, cuando nos enfrentamos a esos complejos análisis teóricos que tratan de dilucidar el funcionamiento de la realidad, que nuestro rostro paulatinamente se deforma, adoptamos el típico fruncido de cejas que da mayor agudeza y concentración, nuestro pulso se dilata, nos abstraemos de la realidad, del tiempo, del propio cuerpo, para lograr imaginar, entender, seguir el hilo de las ideas, y si a pesar de ese inmenso esfuerzo, no conseguimos conectarnos con la secuencia argumentativa, es usual que pensamientos extraños nos asalten, que los detalles menos importantes se posen en nuestra mente, que de repente armemos un collage surrealista, que planeando nuestro siguiente día resolvamos las cosas que tenemos pendientes. Ya pasamos dos páginas del texto y apenas recordamos la última línea donde despegó nuestra imaginación.


Pero no todas las lecturas son tan aburridas e improductivas y no es cierto eso de que mientras más difícil es el texto mayor es el grado de análisis. Así nos lo confirma Chaplin en su film “Tiempos modernos” (1936). Este film ha sido considerado por el pensamiento crítico, un elemento fundamental para revelar la situación promedio del hombre en la sociedad industrial, la estructura de la producción masificada, la propiedad y el fenómeno de la enajenación, la masificación, la pobreza y la exclusión, el orden y las perspectivas y los sueños del futuro del sistema. Varios factores que harían deprimir a cualquiera, pero que en Chaplin aparecen jocosos y divertidos. El humor va a ser el vehículo que sirva a Chaplin para descubrir la naciente dinámica de la sociedad occidental como una regresión. De qué otra forma podría ser entendida la masificación y la mecanización del ser humano, sino como un despojo de su calidad de ser humano.


Pero es precisamente el humor lo que a su vez desencadenará una serie de reflexiones sobre el papel de la risa en la construcción de un mensaje transgresor del orden social. Evidentemente la relación de la cultura de masas y el entretenimiento de masas es fundamental en la consideración de la diversión como la imperiosa necesidad humana de escapar de las exigencias de la lógica y de la realidad, y su consecuente instauración como un elemento fundamental en la reproducción del capital, de la lógica dominante y la domesticación y docilidad. No obstante será la reflexión sobre la ironía (como función del humor que se dirige a la inteligencia pura) y su papel cuestionador de las estructuras, la que abra la posibilidad de poner en tela de duda, ciertas situaciones odiosas que también forman parte de la modernidad.


El humor, a través de la risa que causa el ridículo puede desacreditar el papel que se desempeña frente a los demás, tornándolo absurdo, pero no de manera trágica, sino cómica, alegre que posibilite la reconstrucción de los procesos de socialidad y no la apatía desperanzadora.

El humor es rebelde, afirmó Freud. La rebeldía del humor consiste en que el sujeto no se deja someter por lo que irrumpe como privación impuesta por la realidad, más bien deconstituye el armazón simbólico de la conciencia en el recurso de la risa, aquella re-elaboración espontánea de lo real que es imposible de nombrar.

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