viernes, 15 de febrero de 2008

Moda y enajenación

Para pocos es conocido el origen de la moda. Aparentemente todas las culturas de alguna u otra manera han tenido sus propias formas de manifestarse, en la amplia gamma cultural que les es intrínseca está los medios y las formas de su vestimenta, así se habla de que los egipcios tuvieron una moda, de que los romanos tuvieron una moda, etc. Sin embargo el concepto más o menos similar de lo que actualmente se comprende por moda surge realmente en el siglo XVIII, donde la moda era lo que vestía la clase alta del Viejo Continente, principalmente la francesa. Eran los aristocráticos, quienes vestían a lo mode o gusto francés. Tuvo que llegar la Revolución Francesa, para que los burgueses, pudieran vestir “a la moda”, ya que las telas más finas, al igual que los perfumes y otros accesorios, eran solamente adquiridos hasta aquel entonces, por la aristocracia Europea. Pero solamente es hasta fines del siglo XVIII, que comienzan a aparecer las primeras revistas que se dedicaban a investigar y mostrar, todo aquello concerniente a la moda y que serían un factor determinante en su difusión.

La moda surge paralelamente a la modernidad, incluso parecen que tienen una relación simbiótica, no por nada la moda expresa aquello que es actual. La ruptura con las viejas tradiciones producto de una nueva confianza en el pensamiento y la técnica del hombre va a originar todo un movimiento que intenta trastocar los parámetros de lo clásico como el pleno ejercicio y expresión de la libertad. Evidentemente este ejercicio se vería gradualmente ampliado a partes hasta ese momento excluidas de la sociedad europea, pero la exclusión generalizada se matizaría a lo largo del mundo que ya entraba en procesos de globalización e intercambio comercial menos lánguido. En todo caso fue Europa y hasta el momento sigue siendo el centro textil mundial que además dicta los parámetros de la sofisticación de la vestimenta.

Aparte de la típica definición de que la moda es una costumbre iniciada por una minoría prestigiada e importante, que llega a la sociedad y es aceptada por ella, según el Diccionario de la Real Academia Española, la moda es “una costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país, con especialidad en los trajes, telas y adornos. Entiéndese principalmente de los recién introducidos”. Pero podemos seguramente coincidir con muchos cuando señalamos que la moda probablemente es un fenómeno social que manifiesta o retrata las grandes líneas de una difusa historia colectiva sometida al imperio del consumo y la industria cultural cuyos referentes se pierden en la repetición de sí misma.



Los más optimistas afirman que la moda asigna cierta identidad a la persona, haciendo que aflore a la vez lo conocido y lo desconocido de cada individuo. No se puede negar la fuerza que tiene en la producción económica que, cada vez se confirma con mayor fuerza, utiliza la fetichización para perpetuar el mundo de las cosas-mercancía. No obstante, la moda tiene como condición fundamental su fugacidad, el interes espectacular sumamente efímero, que abre el terreno a la reproducción sin fin de un círculo que va reactualizando el pasado como lo eternamente novedoso.



En esta permanente reactualización, la moda entra en una especie de rescate de todo aquello que le sea funcional y le de algún realce, por eso no es raro encontrar desfiles de modas donde se hacen referencia a estilos de grandes maestros de la pintura, por ejemplo, o textos que hablan de la moda utilizando los más altos pasajes de la poesía universal, etc. Esta lógica también implica la utilización de ciertas costumbres, pero la moda lejos de renovar la costumbre o digamos aquellos aspectos de la identidad cultural de un pueblo, parece que los va disminuyendo, según lo que André Malraux afirmaba: “Hay estilos de la época burguesa, pero no hay un estilo de la burguesía”, cuyo estilo, si lo tiene, es la sociedad de masas dominadas por la “alta cultura” que impone la dictadura de la opinión pública, opinión que, muy claro está, va ligada irremediablemente al capital.



De ahí el hecho de que el concepto de creación, de arte de vanguardia que está ligado a las manifestaciones de la moda, aparezca no como una transgresión al orden, sino que conforma un orden aun más totalitario, que todo lo contiene y cuya crítica aparece simplemente como un absurdo.

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