La civilización moderna es planteada como la panacea del desarrollo humano, nada hay más allá de ella y si algo ha quedado fuera, rápidamente es anexado como un proceso truncado (culturas autóctonas) que sin embargo deben ser protegidas para que preserven su “identidad” tal y como lo hace la civilización moderna. Pero tal preservación se convierte en un folkclorismo, un adorno adicional de la magnánima y absoluta civilización occidental europea autodenominada “moderna”, que a pesar de la amplitud y certeza de su discurso demócrata no ha logrado solucionar sus profundas y escabrosas contradicciones internas, y más bien las ha extendido a través de su violencia, su manipulación ideología y sus mecanismos de enajenación y explotación económicos y políticos, a lo largo del mundo.
La cultura occidental pregunta por las raíces de los pueblos con el fin de instaurar el Estado y generar la guerra y posteriormente lavarse las manos con el discurso de la democracia y la inserción de “todos” al gran mercado del capital, lo cual no pasa de ser un “cuento” puesto que las dos terceras partes del mundo no tienen pleno acceso al mercado aun cuando sigan inspirados por sus principios y luchando por entrar en él.
La obsesión por la identidad y la cultura es un problema occidental. Grupos humanos que aún no entran o están en proceso de entrar en este juego experimentan el cambio desde otra óptica, no desde la identidad, sino desde el sentido del existir, de su relación de dependencia con el cosmos. Occidente no tiene sentido en cuanto su relación con el cosmos ha sido clausurada por la dinámica de su propia historia, de su razón y su técnica cuya miopía pretende dominarlo todo en función de un progreso totalitario.
Occidente no logra entender lo “distinto” y su soberbio discurso de la paz y la armonía ante la cruel realidad de desigualdad económica y política se convierte en el punto más álgido de las desilusiones. Los “otros” como se los denomina desde occidente, plantearon hace tiempo que el hombre era un “ciudadano del mundo”, distinto en cualquier parte e igual que en cualquier parte, atravesado por las dinámicas propias de cada región, pero no sometido a ellas.

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